Todo lo que realmente necesitamos saber lo aprendimos en la granja: la celebración del Mes del Orgullo

Beth Loy y su esposa, Samantha (no en la foto), crían ganado black angus en su granja de 172 años en Virginia Occidental.
Beth Loy, de la Oficina de Políticas de Empleo para Personas con Discapacidades (ODEP, por sus siglas en inglés), comparte su experiencia al criarse en la zona rural de Virginia Occidental buscando a alguien “como yo”: una persona homosexual que vive con ansiedad. Fueron esos primeros años los que le despertaron el deseo de prosperar.

La comunidad de Rio se encuentra en el valle del río North, con sus suaves cuestas, en el corazón de la fértil región oriental de Virginia Occidental. Rio tiene una gasolinera, un almacén general, un restaurante, cuatro iglesias y, según estimaciones recientes, unos 150 residentes a tiempo completo.

Beth Loy se crio aquí, es hija única de Gary y Betty Loy. “La hija de Betty y Gary” es como todavía la reconocen los habitantes del pueblo. Desde que Rio (que los locales pronuncian como raiou [RYE-oh]) existe, la granja de los Loy existe. Beth creció en este rancho de 172 años y 225 acres. Pasaba los veranos y las horas después de la escuela con sus abuelos Ersel y Glenna Loy mientras producían huevos, manzanas y ganado. “Desde que empecé a caminar, la granja fue mi niñera”, dice Beth.

Fue Ersel quien le enseñó a Beth las costumbres de la granja, entre otras muchas lecciones inolvidables. Para su nieta, siempre fue muy imponente, “un personaje enorme y fuerte que podía hacer cualquier cosa”. Alguien que levantaba cercas con una mano y cavaba zanjas con el mínimo esfuerzo. Cuando Beth todavía era joven, a Ersel le diagnosticaron leucemia y, con el tiempo, empezó a tener que hacer las cosas de forma diferente para adaptarse a su enfermedad. “Esa fue mi primera experiencia con la discapacidad, aunque, en aquel momento, no sabía que se trataba de eso”, reflexiona Beth, con su suave acento y sus rizos grises al viento. “Pensé que así es como funciona la vida”.

En la granja, aprendió muchas cosas sobre la capacidad, la discapacidad, la adaptación y el valor del trabajo: experiencias que guiaron a Beth en su vida personal y profesional. Hoy, además de cuidar 40 vacas black angus en la granja, que ahora pertenece a ella y a su mujer Samantha, Beth trabaja a tiempo completo en la Oficina de Políticas de Empleo para Personas con Discapacidades (ODEP) del Departamento de Trabajo de EE. UU. como asesora de políticas. Su trabajo consiste en ayudar a mejorar las oportunidades de las personas con discapacidades para que consigan buenos empleos.

Beth se centra en promover políticas que capaciten a los empleadores y los lugares de trabajo para apoyar el éxito y el bienestar de los trabajadores con discapacidad, especialmente de aquellos con discapacidades múltiples o que tienen identidades marginadas entrecruzadas. “Luché con la interseccionalidad de mi propia discapacidad y las identidades LGBTQI+ desde muy joven”, dice Beth, quien trató su enfermedad mental (ansiedad) sola durante la mayor parte de su juventud ya que sentía que no tenía a nadie a quien acudir en busca de comprensión. “Lo que más me llamó la atención de mi crianza en Rio fue no estar nunca rodeada de nadie que fuera ‘como yo’”.

En la comunidad de Beth, no se hablaba de la discapacidad. Es más, no se hablaba de la salud mental porque era el tipo de cosa que encasillaba a una persona como “débil” (una ofensa grave para cualquier agricultor). Al no tener un modelo a seguir, Beth tuvo que aprender las cosas por sí misma, incluido cómo adaptarse. Su entorno rural le inculcó la autosuficiencia y la creatividad, y la granja le enseñó a tener coraje y perseverancia, rasgos en los que se apoyó.

Contra todo pronóstico, Beth se convirtió en la primera persona de su familia en ir a la universidad. “Recuerdo que el consejero de la secundaria me dijo que nunca terminaría la universidad. Era una buena estudiante, así que no entendía por qué alguien diría eso. Supongo que era compleja, quizás demasiado”, dice Beth. “Recuerdo llegar a mi casa y ver a mis padres angustiados pensando que me estaban preparando para el fracaso. Se cuestionaban a sí mismos. Desde ese momento, me negué a fracasar.”

Beth se graduó de la universidad y obtuvo tres másteres, además de un doctorado en Economía, antes de unirse a la Red de Acomodaciones de Empleo (JAN, por sus siglas en inglés), financiada por la ODEP, a los 26 años. “Cuando empecé mi carrera en la JAN, tuve la oportunidad de viajar. Vi en carne propia la belleza y la diversidad de los Estados Unidos. Empecé a relacionarme con más 'gente como yo' y nunca dejé de hacerlo”, dice Beth. “En mi carrera fue donde encontré y empecé a enorgullecerme de mi auténtico yo”.

Después de casi 25 años en la JAN, Beth se incorporó a Amazon para ayudar a crear los primeros programas internos de la empresa centrados en la discapacidad. Tres años más tarde, reingresó en el sector público y se unió al Equipo de Política de Empleadores y Lugares de Trabajo de la ODEP en julio de 2023. A lo largo de su vida profesional, Beth afirma que solo estuvo rodeada de los compañeros más solidarios, diversos e inclusivos en aquellos lugares de trabajo en los que ser lesbiana y tener una discapacidad no era un problema. “Esto me animó a aportar todo mi ser al trabajo”, dice Beth, que no solo fue la primera persona de su familia en ir a la universidad, sino también la primera generación en trabajar con las protecciones en virtud de la Ley de Americanos con Discapacidades. “Exponerse y pedir arreglos especiales es un proceso personal único, pero sin duda ayuda cuando se trabaja para buenas organizaciones”.

Si bien en el trabajo encontró aceptación y contención sin problemas, en Rio tuvo que esforzarse para generar un cambio. “Lo que más me costaba era saber cómo la gente de esta comunidad, que no habla sobre la salud mental, iba a ver el hecho de que yo tuviera un problema de salud mental y, además, fuera homosexual”, recuerda Beth. “Nunca lo sabré con certeza, pero creo que cambié la opinión de mucha gente.”

Beth y Samantha, que también es oriunda de Rio, tienen una hija de 15 años llamada Alivia. Intentan crear una comunidad más integradora para Alivia que aquella en la que se criaron. Beth espera ser un espacio seguro y el modelo que nunca tuvo para todos los niños de la comunidad. “Mi motivación para compartir mi orientación sexual y mi discapacidad fue que los jóvenes que luchan con sus diferentes identidades marginales pudieran ver a alguien como ellos. Entiendo la presión de ocultar la identidad de uno para ‘encajar’, sobre todo en una zona rural donde no suele haber mucha diversidad”, dice Beth. “Espero que me vean y digan: ‘Si Beth pudo, entonces sé que yo también podré algún día. Voy a estar bien’”. 

Sora Song es escritora y editora en la ODEP del Departamento de Trabajo de EE. UU.

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